lunes, 19 de marzo de 2012

El demonio de las dos caras

Por Amador Caballero

Revisa:

 http://opinionesquispichix.blogspot.com/


                                          Capítulo VI: El amor entre Killa y Rumi
                                 
Bajo la tierra existía un mundo nuevo para los runas, en donde recuperaban sus fuerzas y se preparaban para un enfrentamiento inevitable con Ahanash y los awqas. Los runas de Kinsa, Tawa y Ñawpaq recobraban la esperanza de poder reconstruir Paccha y verla brillar como en sus mejores tiempos. Aunque para la runasalqa Killa, la esperanza no sólo consistía en una nueva Paccha, sino también en que algún día los runas y los awqas puedan coexistir en paz. Killa entonaba una canción mientras su mirada se perdía entre la luz de las dos lunas que desde siempre iluminaron el firmamento de Paccha. Había decidido salir al exterior contraviniendo las órdenes de Machu, quien estaba a cargo de los runas a raíz de la desaparición de Kaipacha. Killa lloraba por su maestro, ya que después del derrumbe no fue encontrado, muchos pensaron que ya había muerto.
―¿Qué sucede, mi amada? ―le preguntó el awqa Rumi―. ¿Por qué estás llorando?
―Por todo lo que ha pasado. Nadie sabe de Kaipacha, de Janaxpacha, de Wintata ni Kuya, tal vez hayan muerto. Además iremos a una guerra en la que probablemente perderemos.
 ―No temas. Janaxpacha y Wintata lograron rescatar a Kuya. Escaparon, gracias al valor que sólo tienen los runas. Mis awqas los están protegiendo.
Killa cerró los ojos sonriendo emocionada y haciendo un gesto de agradecimiento dijo:
―Gracias, espíritu de Quispichix. Sabía que no los ibas a desamparar.
Luego miró a los ojos de Rumi y agregó:
―Pero lo más doloroso todavía es que nuestros mundos se odian. Tú y yo jamás podremos unirnos. Somos muy diferentes.
―Nos amamos, Killa. Eso es lo importante.
―¿No entiendes? Es tu especie la que acabará con la mía. ¿Cómo puedo amarte? Si algún día tendré que luchar en contra tuya para salvar mi planeta, entonces tendré que introducir mi espada en tu corazón.
―Llévame a los subsuelos con los demás runas.
―No sabes lo que dices, Rumi. En cuanto te vean te matarán.
―No temas, Killa. Llévame con Machu, hay algo importante que debo decirles.
Rumi abrazó a Killa y agregó:
―No temas, mi amor. Nada malo me pasará.
Killa y Rumi descendieron varios metros bajo tierra para entrevistarse con Machu. Rumi confiaba en la propuesta que tenía para los runas. Cuando llegaron a la parte central de la ciudad subterránea, los runas comenzaron a atacar al awqa guerrero, pero Killa muy valientemente los alejaba para evitar que lo lastimen.
―¡Basta, runas! ―los detuvo Killa―. Rumi viene en paz a hablar con Machu.
―¿De qué van a hablar? ¿De cómo los awqas han destruido Paccha? ―cuestionó Huayra.
―¿Quieres una efigie  para tu amo Ahanash en Ñawpaq? ―continuó Allín.
                                                                       
―Así que un awqa vino a verme ―dijo Machu apareciendo de pronto―. No tenemos nada de qué hablar, ¡agárrenlo, runas!
Los runas le lanzaron cuerdas y redes y lo derribaron hacia el suelo y ahí lo empezaron a golpear ante la desesperación de Killa por salvarlo.
―¡Escúchenlo, por favor, viene en son de paz! ―les gritaba Killa.
Rumi, a pesar de su situación, trató de no defenderse, para que los runas comprendan que no intentaba lastimarlos.
―¡Reniego de Ahanash y quisiera acabar con él tanto como ustedes! ―gritó Rumi en medio de los golpes.
Machu y los demás se detuvieron de inmediato ante las palabras de Rumi y lo dejaron hablar:
―Ahanash, destruyó mi planeta y nos hizo creer que le pertenecíamos por habernos concedido la dicha de dejarnos vivir. Por ello, muchos awqas creen que deben seguirlo en su locura de adueñarse del qori. Tampoco nosotros, al igual que ustedes, somos seres libres. Reniego de Ahanash y de Supay. No por ser de la misma especie debemos seguir a nuestros líderes, sobre todo cuando sabemos que están equivocados.
Machu lo miró con desconfianza y le dijo:
―Bravo, ya te desahogaste. Ahora vete y enfrenta tu propia lucha por recuperar la dignidad de los awqas.
―Luchemos juntos, Machu. Mi ejército de guerreros awqas no comparte el pensamiento de Supay. Ustedes son menos numerosos que los awqas y sin la ayuda de los apurunas, serán fácilmente derrotados por la magia de Ahanash y las armas lanza rayos de los awqas.
 ―Entonces que ganarán ustedes a parte de recuperar su libertad.
―La libertad es lo más preciado, pero también necesitamos un lugar en donde podamos vivir. Queremos vivir en Paccha en comunión con los runas.
Se escuchó un murmullo de asombro entre los runas. Luego Rumi continuó:
―Vamos Allín, Huayra, tienen que creer en nosotros. No queremos más guerras.
―Lo siento, Rumi ―dijo Machu―. No podemos confiar en ti y tampoco podemos dejarte ir, porque regresarías con los awqas para enfrentarnos.
―Esta bien, hagan conmigo lo que quieran, pero tengo una información importante que les demostrará mi sinceridad.
―Dale una oportunidad, Machu ―le pidió Killa.
―¿De qué estás hablando, Rumi? ―le preguntó Huayra― habla de una vez.
―Sé dónde Ahanash tiene prisioneros a los apurunas sin voluntad.
Rumi despertó la curiosidad de los runas. Machu se le acercó para mirarlo a lo ojos y luego continuó:
―Ellos están en una cueva de la montaña Picchu, totalmente desconocida por los runas.
―Si eso es verdad, entonces iremos por ellos.
―No es tan fácil, Machu. Los apurunas sin voluntad están resguardados por un ser demoníaco llamado Lanlaku. Su poder es superior al de Ahanash. Muchos creen que él ha sido el verdadero causante de la destrucción de muchos planetas en el universo. Inclusive del mío.
―¿Por qué habría otro demonio interesado en ayudar a Ahanash? ―preguntó Allín―. Si Lanlaku fuese tan poderoso, hubiese intervenido directamente.
―Cuánto más grande es el discípulo, más grande será el maestro. Lo que une a Ahanash y Lanlaku es el delirio por el poder. Ambos están enloquecidos y han arrastrado a muchos a creer en sus ideas de grandeza y destrucción como un medio para ser fuertes. Cuánto más maldades haga Ahanash, más poder se le atribuirá a su forjador Lanlaku. Lo que quiere decir es que aún no hemos visto nada, cuando Lanlaku ya no necesite de Ahanash, aparecerá para terminar su obra de dominar al universo, aunque para ello tenga que destruir a todos los habitantes que no concuerden con sus ideas.
Machu se quedó pensando, Rumi parecía darle muestras de su sinceridad. En realidad
quería recuperar la libertad de los awqas y para ello se pondría en contra de Supay y sus seguidores. Killa se acercó a Rumi, empujó a los runas que lo detenían y lo liberó de las cuerdas y redes. Algo cansado y tratando de recuperarse de los ataques, Rumi dijo:
―Ahanash nos ha creado un universo falso en la que los awqas reinarán. La realidad es que Lanlaku no permitirá que nadie reine más que él. Muchos de nosotros no queremos hacer más daño. Estuvimos equivocados al principio, pero ahora queremos enmendar nuestros errores.
Rumi se arrodilló ante los runas dando muestras de su gran valor al reconocer que estaba equivocado y agregó:
―¡Les ofrezco mi ejército! Les prometo que estaremos de su lado en la guerra en contra de Lanlaku, luchando como una sola fuerza y moriremos defendiéndolos si así fuese necesario. Es una muestra de nuestro arrepentimiento por haber destruido su planeta y robado su qori.
Ante la acción de Rumi muchos runas se emocionaron, pero era difícil confiar en él de un momento a otro.
―Janaxpacha, Wintata y Kuya lograron escapar de Tawa y están siendo resguardados de regreso por los awqas de Rumi ―les contó Killa, mientras los runas festejaron de alegría.
Machu, Allín y Huayra se miraron y asintieron con la cabeza, luego Machu dijo:
―Si nuestros entes espirituales desean que los runas y los awqas se unan, nos darán una señal…
Machu no terminó de hablar cuando una luz de diez colores iluminó el subterráneo y los runas se arrodillaron a agradecer que los espíritus se hayan comunicado con ellos. Al ver esto Machu agregó:
―Está bien, Rumi. Puedes venir con tu ejército. Lucharemos juntos a partir de ahora y cuando la victoria sea nuestra hablaremos de la posibilidad de convivir en Paccha.
Killa abrazó a Rumi y los demás runas aplaudieron la decisión de sus líderes. Machu se enfureció al ver a Killa entusiasmada con la presencia de Rumi, así que la tomó de un brazo y llevándola a parte le dijo:
―No pienses que voy a permitir que mi hermana se una a un demonio.
―Desde cuando hago lo que me pides.
―No te das cuenta que la unión entre un runa y un awqa es totalmente aberrante. Están yendo en contra de las enseñanzas sagradas de Quispichix.
―Quispichix nos ha enseñado el amor. Y eso es lo que Rumi y yo sentimos. Por amarnos no dañamos a nadie. Si alguna vez hubieses amado lo entenderías, pero eres in capaz de entender un sentimiento tan hermoso como el amor.
Killa se soltó violentamente de Machu y agregó:
―¡Suéltame! No te vuelvas a meter en mi vida. El ser mi hermano no te da ese derecho.
Huayra llegó alarmado acompañado de un runa que llevaba entre sus manos unas prendas y dijo:
―La comisión que buscaba a Kaipacha ha encontrado esta ropa. Le pertenecían. Todo indica que él ha muerto.
Cuando un runa moría tanto su cuerpo como su alma se fusionaban en una luz azul brillante, que viajaba a través del firmamento para entrar en el mundo de los entes espirituales, desde donde servirían para mantener el orden del universo, pero si algo malo le sucediese a este espíritu, desaparecerían de toda dimensión conocida.
―Nunca él y yo compartimos las mismas ideas, ―continuó Machu― pero jamás hubiese deseado su muerte. Lo despediremos como se debe a uno de los runas más importantes de nuestra historia. Descansa en paz gran Kaipacha. Preparen la ceremonia para esta noche, mientras que el consejo de ministros se reunirá ahora mismo.
Parte del ministerio de Paccha, conformado por Machu, Allín, Huayra, Killa, entre otros runas se reunieron en el interior de la tierra. Rumi los acompañó y expresó sus ideas:
―Nosostros sabemos cómo confeccionar las armas lanza rayos, podemos enseñarles a los runas cómo elaborarlas y perfeccionarlas para ser superiores a la de los awqas.
―Yo estoy de acuerdo ―dijo Huayra―. Por otro lado, necesitamos ganar tiempo para desarrollar los poderes de Kuya y encontrar a los otros dos apurunas de las profecías de Quispichix.
―Hemos buscado entre los pequeños runas y ninguno ha demostrado nada extraordinario ―comentó Allín.
―No debemos perder la fe, ―continuó Killa―, Quispichix debe estar esperando el momento oportuno para revelarnos a los otros dos pequeños.
―Estás hablando como Kaipacha ―dijo irónicamente Machu―. ¿Quién sabe si eso no haya sido un invento?
―¡Basta, Machu! ―lo interrumpió Huayra―. Ten respeto por la memoria de uno de los líderes más importantes que hayamos tenido. Te aseguro que ninguno de nosotros podrá igualarse a él jamás.
―Recuerda que existe el libro de las revelaciones ―dijo Killa―. Kaipacha lo estaba terminando de descifrar y ahora está en manos de los awqas.
Huayra se exaltó y agregó:
―Nunca le has perdonado que haya sido mejor que tú.
―Está bien, ―respondió Machu―, no pretendo armar más conflictos en un momento tan crítico para los runas. Kaipacha era un sabio muy poderoso e inteligente, creo que siempre quiso lo mejor para nosotros. Prometo no volver a hablar de él. Ahora lo más importante es armar una estrategia de contra ataque. Pienso que debemos entrar a la montaña Picchu y rescatar a los runas. La montaña Picchu concentra la energía del Sol y de las lunas, esto hace que los apurunas aumenten sus poderes cuando se encuentran ahí.
―Es verdad ―dijo Killa― no es casual la necesidad de Ahanash de mantenerlos ahí.
―Tal vez Lanlaku también necesite de esa energía para conservar sus poderes ―continuó Allín.
―¿Existe alguna manera de que la montaña Picchu deje de ser una fuente de energía para los apurunas? ―preguntó Rumi.
―Eso sólo se lograría con un poder muy grande ―continuó Huayra―. Tal vez con el poder de los salvadores.
―Recuerden que eso es un proceso ―dijo Allín―. Ellos irán aumentando su poder con el tiempo, al menos así ha sucedido siempre con todos los apurunas. No podemos pedirle a Kuya, que realice actos sorprendentes cuando a penas es una pequeña. Somos nosotros los que según nuestras posibilidades debemos enfrentar esta guerra.
―Es cierto, ―acotó Machu―, no debemos esperanzarnos en acertijos sin resolver. Ah, lo que quiero decir es que potenciemos nuestras habilidades.
―Aquí está la lista de nuestros runas ―dijo Huayra, mostrando unos documentos―. En realidad nuestro ataque se ha debilitado. No contamos con apurunas y nos quedan muy pocos runasalqas, el resto son runas guerreros, que son nuestra fuerza principal.
Los runas miraron a Rumi como esperando respuesta, pero enseguida un runa se acercó a Machu y le dijo algo al oído:
―Me dicen ―les contó Machu― que hay un ejército de awqas afuera.
Rumi agregó:
―Son mi ejército. Les pedí que vinieran por mí si yo demoraba, pero igualmente no hubiesen atacado si no llegábamos a un acuerdo.
Machu se acercó a una ventana y observó a los awqas y luego dijo:
―No pensé que fueran tantos. Creí que hubiese sido difícil convencer a un demonio de estar en el camino del bien y la razón.
―Ahora el bien y la razón de los runas es el bien y la razón de estos awqas que quieren su libertad y no hacer más daño ―continuó Rumi.
―Seremos atacados por Ahanash en cualquier momento, ―aseveró Huayra―, debemos ganar tiempo hasta tener a nuestros pequeños apurunas juntos y brindarles protección hasta que estén preparados para concluir con su misión. Mientras tanto continuaremos con esta guerra como podamos.
―Entonces Killa y tú ―les dijo Machu― se encargarán de buscar un refugio para nuestros pequeños apurunas y brindarles protección. Rumi, los awqas y yo marcharemos mañana temprano para la montaña Picchu, mientras que Allín se encargará de organizar la elaboración de las armas y las estrategias de contención por si Ahanash decide hacernos una visita. Ahora vayamos a la ceremonia de Kaipacha.
Los runas dejaron el ministerio pero Rumi se quedó mirando a Machu de frente y le dijo:
―Necesito hablar contigo sobre el amor que siento por Killa.
―No pienses que vas a conseguirlo todo. No abuses de nuestra necesidad.
―No trato de aprovecharme de ti ni de ningún runa. Mi acercamiento es un acto sincero. Estoy enamorado de Killa y te pido que aceptes nuestra unión.
―Esto no tiene que ver con ningún runa ni awqa, esto es un enfrentamiento entre los dos, si continúan con ese romance tendrán que matarme primero. Mientras viva no permitiré que la asquerosidad que piensan hacer suceda. Nuestras especies jamás podrán unirse.
―No puedes ser tan cerrado y no comprender nuestros sentimientos.
―No existiera nuestra especie si no pensáramos en su trascendencia. De qué trascendencia estamos hablando con sus descendientes, monstruos mitad runa y mitad awqa jugueteando por Paccha. Muy pronto los runas y los awqas desaparecerían.
―Nunca vas a permitir que nos quedemos en Paccha ¿verdad?
―Dijiste que querías la libertad de los awqas. Ahora Ahanash es nuestro principal problema. Concentrémonos en eso Rumi. Por el momento Killa y tú estarán algo alejados en sus actividades, eso les permitirá pensar mejor y darse cuenta de que están equivocados. Ahora vete a descansar, mañana tendremos mucho por hacer.
―Está bien, Machu. Aceptaré tus condiciones por ahora. Pero no pienses que me olvidaré de Killa.
Rumi salió y se acercó a Killa que lloraba conjuntamente con otras runas por el recuerdo de Kaipacha. La tomó hacia su pecho y la consoló.
Machu llegó hacia el centro de la comunidad de los runas, empezó la ceremonia fúnebre y dijo:
―Kaipacha ha partido para seguir cuidando de nosotros en otra dimensión. Al lado de Quispichix. Te continuaremos sintiendo gran sabio y protector. Nos queda seguir tus enseñanzas para lograr que volvamos a recuperar nuestra amada Paccha. Ahora runas que sea Kaipacha nuestra inspiración y no detengamos su esfuerzo de una Paccha libre. Descansa en paz mientras que nosotros concluiremos tu obra. A ti gran Kaipacha, te ofrecemos lo mejor de nosotros.
Los runas entraron en un proceso de meditación, iluminaron su cuerpo de luz azul y levitaron ligeramente. Así, pedían a los entes espirituales por el bienestar de sus muertos.
Al terminar la ceremonia Killa se acercó a Machu y le expresó:
―No eres creyente y hablaste como si lo fueras, te comportaste como un verdadero líder. Gracias.
Machu la vio partir, ella estaba llorando aún y pensó que a pesar de ser hermanos se conocían muy poco.

lunes, 5 de marzo de 2012

El demonio de las dos caras


Por Amador Caballero

Revisa:

 http://opinionesquispichix.blogspot.com/ 


                                                       Capítulo V: El rescate de Kuya

Entre los awqas había llegado el rumor de la llegada al palacio de Tawa de una pequeña bruja, por ello, la seguridad que tuvieron con Kuya fueron extremas. Entró encadenada y completamente adormecida por una hierba que le dieron a beber, para evitar que pueda realizar alguna magia con el poder de su mente. Sin embargo, aún conservaba lucidez para dejarse sorprender por lo que estaba observando. Era la primera vez que Kuya entraba al palacio de Tawa. La belleza de sus construcciones le era impresionante. El sabio Kaipacha le había contado de lo hermosa que había sido Paccha antes de la invasión y este palacio era uno de los pocos que se habían salvado después de la destrucción. Kuya se preguntaba: “¿Por qué las construcciones serán tan gigantescas si los runas somos tan pequeños?”. Recordó, que en sus clases de historia, había aprendido que hace millones de años, los runas habían tenido casi dos metros de altura y siempre vivieron rodeados de animales gigantescos, a los cuales tenían que brindarles un lecho tan grande como ellos para poder domesticarlos y así puedan sobrevivir. También los runas se dedicaron desde siempre a extraer el magma azul como principal fuente de su economía, para ello tenían que permanecer varias horas durante el día en las profundidades de la tierra y gracias a la evolución de su especie la piel desprovista de pelos se cubrió de vellos sedosos para su protección, los dedos de sus manos y de sus pies se adaptaron en zarpas especializadas para realizar excavaciones con rapidez, pero también alguna peculiaridad en sus manos los hacía únicos para moldear el magma azul y convertirlos en hermosos qoris, comenzaron a ver con facilidad en la oscuridad, el cuerpo se les volvió pequeño para moverse con habilidad bajo la tierra y duro para poder resistir la caídas de grandes alturas, adquirieron una flexibilidad que les permitía realizar grandes saltos. Lamentablemente, el qori también atrajo la ambición de otros planetas y tuvieron algunas guerras y disputas, por ello la mente de algunos runas evolucionó a la de los apurunas y el cuerpo de otros a la de runasalqas para poder combatir con sus invasores.
Kuya pasó por el pasadizo de las estatuas, años atrás se encontraban las esculturas de los antepasados de los runas. Desde los héroes guerreros hasta el gran Quispichix, pero habían sido destruidas por los awqas y ahora se podían ver a los demonios petrificados. Kuya se sentía cansada, sus ojos intentaban cerrarse, pero luchaba para continuar observando hasta el más mínimo detalle. Notó que los awqas del palacio eran diferentes a los que había visto en Ñawpaq, estos sí la asustaban, eran mucho más grandes y musculosos, sus tres cachos triangulares en las que terminaban sus cabezas parecían estar más afiladas, sus pieles cubiertas por duras escamas se veían mucho más grises y sus extremidades terminadas en puntas desiguales parecían que la iban a destrozar. ¡Kuya empezó a temblar de temor! Había algo diferente en las miradas de estos awqas, eran miradas de maldad. Esta vez el cansancio de Kuya era superior a su curiosidad y cayó rendida en un profundo sueño en el que se reflejaron todos sus temores: Caminaba por un sendero de flores azules, siempre le había gustado ese color, pensaba que la belleza de su planeta se debía a su color azul. De pronto, las flores empezaron a crecer y a formar un gran colchón en donde podía recostarse y saltar tan alto que parecía llegar a tocar al radiante Sol, pero las hermosas flores continuaron creciendo y en cada una de ellas se dibujó el rostro de los awqas, lloró y pidió a su padre que la ayude:
―¡Padre! ¿Dónde estás? ¡Tengo miedo! ¡Ven a ayudarme por favor!
Kuya corrió tratando de escaparse de ese bosque de flores azules, entonces vio la imagen de Kallpa, tal como lo había visto en los recuerdos de Kaipacha, que le decía:
―¡Ven hija, yo te mostraré el camino para que puedas huir!
Kuya tomó la mano de su padre y por primera vez sintió que lo tenía muy cerca a ella, que no la dejaría sola en este momento tan difícil. Corrieron evitando ser atacados por los awqas, en eso, una bola de fuego cayó sobre Kallpa y los apartó. Kuya se había quedado nuevamente sola. Volteó para ver de dónde provino ese fuego y sintió la presencia de una persona que amaba pero no lograba reconocer quién era. La imagen difusa le dijo:
―¡Mi pequeña, Kuya! Te llevaré a conocer un lugar maravilloso.
―¿Por qué mataste a mi padre? ―le preguntó Kuya.
―No mi pequeña. Sería incapaz de hacerles daño. Ven, toma mi mano.
Kuya avanzó hacia la persona que la llamaba, le tomó su mano y sintió que ya había tomado esa mano muchas veces. Creyó estar a salvo, pero enseguida, fue lanzada violentamente hacia un enorme hoyo negro que se había formado en el cielo y comenzó a introducirse dentro de él, mientras lo hacía, seres oscuros y sin felicidad intentaban tocarla… fue entonces cuando despertó aún adormecida y cansada en medio de un cuarto lúgubre, propio para los prisioneros. Kuya se quedó pensando en el extraño sueño que había tenido, vio hermosas flores azules que se transformaban en demonios, vio también a su padre que era asesinado por un ser que no pudo ver con claridad pero que lo sintió muy cercano, “¿quién era ese ser?”, se preguntaba la pequeña. Los awqas al verla salir del letargo, le abrieron la boca bruscamente para darle más brebaje y hacerla dormir nuevamente.

Entre tanto, Ahanash había llegado hasta una cueva de la montaña Picchu, desconocida por los runas. Había convocado a Lanlaku para garantizar que el poder de los tres salvadores de las profecías de Quispichix, pase a él y así se cumpla el deseo de ambos: “Conquistar al universo entero”. Estaban sentados en círculo, Lanlaku se esparcía a lo alto manifestándose como un ente sin luz, como una masa sin forma, sobresaliendo cuatro enormes ojos de sangre. Observaban a Kuya, gracias a la magia del demonio y de los apurunas sin voluntades.
―Así que esa cosa llamada Kuya, es la que acabará conmigo ―dijo Ahanash―. ¡Qué ridiculez! Se le ve tan pequeña e indefensa.
La voz de Lanlaku retumbó en la montaña Picchu. El espíritu del mal se había enojado por la confianza de Ahanash y le increpó:
―¡No seas imbécil! No menosprecies las profecías de Quispichix. Si ellas hablan de un
poder ilimitado es porque así es. Nuestra ventaja es que todavía los pequeños apurunas no se han encontrado y aún así tienen que pasar por un periodo de reconocimiento para que puedan fusionar sus poderes. Tenemos que atraparlos, robarles sus voluntades como a los otros apurunas y absorber sus poderes para nuestros beneficios.
―¿Cómo lo haremos? ―preguntó Ahanash―. La protegen seres poderosos como su madre y ese viejo Kaipacha, que me ha dado tantos problemas últimamente.
―Kaipacha ya no es problema para nadie.
Ahanash se emocionó y preguntó:
―¿Qué dice mi señor? Acaso, ¿ha matado a Kaipacha?
―¿Qué te importa insensato? No eres quien para enterarte de lo que haga. Recuerda que eres tú quien sirve a mis planes.
Ahanash, tomó una actitud servicial y agregó:
―Disculpe, mi señor, pero entonces que ha sido de los runas de Ñawpaq.
―Se encuentran reestructurándose en los subsuelos, pero no representan ningún peligro. A
ellos les daremos una sorpresa antes de que intenten salir de donde están a querer atacarnos. Sin Kaipacha apoyándolos estarán indefensos ante nuestro poder.
Ahanash empezó a danzar torpemente de felicidad y ante la mirada brusca de Lanlaku, paró en seco y luego preguntó:
―¿Qué haremos ahora con Kuya?
Lanlaku abrió aún más sus enormes ojos y en el centro del círculo que habían formado, mostró las imágenes de Janaxpacha y Wintata asechando el palacio de Tawa desde una montaña contigua.
―Ahora mismo iré a acabar con esa bestia ―dijo Ahanash exacerbado.
―Tranquilízate, demonio bruto ―lo detuvo Lanlaku―. Dejemos que Janaxpacha libere a su hija.
―Pero mi señor, tenemos que darle crueles castigos para que hable de los otros apurunas.
―No seas estúpido, Ahanash. No te das cuenta que ella apenas si sabe cómo usar sus poderes, menos sabrá donde están los otros salvadores. Si lo supiera ya estuvieran unidos y te hubieran aplastado como a un insecto.
―Es cierto mi señor, Lanlaku. Entonces, ¿qué es lo que debemos hacer?
―Date cuenta, animal, que Kuya una vez libre, tendrá mayor confianza para ser atraída por los otros apurunas y cuando esto suceda los atraparemos antes que intuyan cómo fusionarse…
―Y ese pequeño que monta a la bestia, ¿quién es?
―Es sólo un runa común, bastante valiente, pero insignificante. Toma asiento, Ahanash. Veamos, que tanto tus awqas pueden controlar a una bestia tan poderosa e inteligente como Janaxpacha.

Janaxpacha, advirtió con la agudeza de su intuición ser observada por una fuerza clarividente, pensó que había sido descubierta por el demonio. A pesar de ello, decidió enfrentarse a los demonios.
―Wintata, hemos sido descubiertos por Ahanash. Tienes que quedarte aquí.
―No mi señora. No puedo permitir que nada malo le suceda. Necesita de mi fuerza para poder acabar con esos miserables awqas y su amo Ahanash.
―Por ello mismo mi pequeño valiente. Si no lograra salir del palacio de Tawa. Regresarás a Ñawpaq a buscar a los runas y a Kaipacha, para que vengan a salvar a mi hija.
―Mi señora, por favor, ningún runa me perdonará si la dejo morir en manos de nuestros enemigos. Déjeme entrar en lugar de usted. Soy más pequeño y puedo escabullirme sin que me vean.
―¡Basta, Wintata! Es una orden. Harás lo que te pido.
Janaxpacha retrocedió varios metros en la cima de la montaña para luego correr como un relámpago, dar un gigantesco salto y suspenderse en el aire como si tuviese la habilidad de
volar. Wintata al verla se quedó maravillado de los dones de los apurunas y runasalqas que los runas comunes como él no habían adquirido. Sin embargo, no se amilanó y dijo emocionado:
―Usted por los aires mi señora y yo por debajo de la tierra.
Mientras Janaxpacha llegaba hasta una torre del palacio de Tawa y reducía a un awqa vigilante, Wintata brincaba hasta tierra firme y se hundía en ella para construir un túnel hasta el palacio.
Janaxpacha retomó su apariencia de runasalqa antes de que dieran aviso de su abrupta llegada y comiencen a cazarla. Se deslizó sigilosamente por los pasillos que ella conocía bien, ya que había visitado el palacio de Tawa en varias ocasiones, pero en ese tiempo no habían cuartos de prisioneros. Tan sólo convertida en bestia podía agudizar su olfato y localizar a su hija, así que esperó encontrarse segura para poder transformarse nuevamente. Veía, colgada desde el techo de una de las salas principales, pasar a los awqas y le sorprendía que no la anden buscando. Estaba segura de haber olfateado la presencia de Ahanash observándola desde algún lugar de Paccha. Apretaba las paredes fuertemente con sus uñas para evitar caer, de pronto ya no pudo contenerse más y por intentar moverse a otro lugar, se deslizó un fragmento del techo hacia la cabeza de un awqa. El demonio levantó la mirada, pero no logró verla.
―¡Maldito techo! ―dijo el awqa renegando y destruyendo con sus patas, el trozo de techo en mil pedazos, mientras el resto de los guerreros reían sin parar.
Janaxpacha no se distinguía pegada en una esquina, en eso vio que por fin podía bajar y pasar a otra sala. Antes tenía que transformarse para dirigirse por el camino correcto, pero aún no era oportuno triplicar su volumen. Continuó recorriendo desorientadamente de sala en sala, tratando de descubrir en donde podía estar su hija.
―¡Por favor, mi pequeña, condúceme hacia ti! ―dijo Janaxpacha desesperada.
Kuya a pesar de estar bajo los efectos del extraño brebaje, sintió la presencia de su madre y despertó nuevamente, esta vez ningún awqa se dio cuenta.
―Madre, ven por mí ―musitó la pequeña salvadora―. Te necesito.
Janaxpacha había logrado intuir el lugar donde se encontraba su hija, gracias al amor que se profesaban. Y cuando iba a ir en su rescate, los awqas la descubrieron y dieron la voz de alarma. La valerosa runasalqa, luchó con su espada moviéndose con gran rapidez para lograr confundir a los awqas. Sin embargo, las redes de los awqas cayeron sobre ella sin alternativa de poder escaparse. En eso, el suelo se abrió y apareció Wintata que con gran habilidad, logró disminuir a varios awqas y llegó hasta Janaxpacha para cortar las sogas con su espada de dos puntas. Janaxpacha se transformó enseguida y se enfrentó con su fuerza superior a los miles de awqas que aparecían por ella.
―¡Wintata! ―se sorprendió Janaxpacha mientras combatía―. Tenías razón, debí permitir
que me acompañaras. Ve de frente y luego hacia la izquierda hasta el pasadizo de las estatuas y rescata a Kuya, mientras yo los entretengo un poco.
Wintata obedeció a Janaxpacha y continuó excavando hasta el lugar indicado, vio que al final había algunas prisiones resguardadas por feroces kukus, uno de ellos lo olfateó y se lanzó a devorarlo, pero Wintata logró huir por el subsuelo y, continuó cavando hasta la prisión de Kuya. Se conmovió por encontrarla aturdida y desmejorada.
―Mi querida, amiga ―le dijo Wintata―. ¿Qué te han hecho? Te juro que acabaré con los awqas.
Dos awqas entraron violentamente a la prisión, Wintata los enfrentó con coraje y de un golpe en medio del cuello logró derribar a uno y el otro recibió la estocada de su espada. Sacó las llaves de las cadenas que estaban sujetas a la cintura de uno de ellos y liberó a Kuya. En ese momento sintió la fuerza de Janaxpacha destrozando de un zarpazo la parte delantera de la prisión, rápidamente los montó en su lomo y dando gigantescos saltos, esquivó los rayos de las armas de los awqas. La bestia llegó hasta la cúspide de una torre y desde ahí debería saltar hasta la montaña contigua.
―Estoy amarrando a Kuya a su lomo ―le dijo, Wintata―.Yo me quedaré. No podrá saltar hasta la montaña con tanto peso.
Janaxpacha, casi sin pensarlo, cogió a Wintata con el hocico y dio uno de los saltos más impresionantes que había realizado, pero lamentablemente, un rayo logró darle en medio del cuerpo debilitándola y sin poder llegar segura a la cima de la montaña. Cayeron rodando varios metros hasta una enorme roca, en donde quedaron inconscientes varios minutos. Al despertar, unos awqas que no habían visto antes los rodearon:
 ―No teman, estamos de su lado ―les dijo uno de ellos―. Los protegeremos de regreso a Ñawpaq.
Los runas subieron a los kukus al lado de los awqas y marcharon hacia la primera Paccha con algo de desconfianza.